Este taller de cuatro sesiones brinda una introducción vivencial y práctica a los fundamentos de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), un enfoque centrado en cultivar la flexibilidad psicológica para vivir de manera más plena, presente y alineada con nuestros valores. A través de ejercicios, metáforas y momentos de reflexión, los participantes aprenderán a soltar la lucha con el malestar, observar sus pensamientos sin dejarse arrastrar por ellos, cultivar una presencia más consciente, y construir una vida con sentido. No se trata de “eliminar” el sufrimiento, sino de transformar la manera en que nos relacionamos con él, para abrir espacio a una existencia más auténtica.

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Sesión 1 – Conociendo la ACT: Aceptar lo que es, elegir hacia dónde ir
Se introduce la filosofía de la ACT y su modelo central: la flexibilidad psicológica, es decir, la capacidad de estar presentes con lo que ocurre, sin evitar lo difícil, y comprometerse con lo que realmente importa. Se trabaja la diferencia entre dolor y sufrimiento, y cómo el intento de controlar o evitar el malestar muchas veces intensifica el problema. 

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Sesión 2 – Aprender a soltar: la fusión cognitiva y la aceptación
Esta sesión aborda dos de los pilares de la ACT: la fusión cognitiva (cuando nos quedamos atrapados en nuestros pensamientos) y la aceptación (la disposición a hacer espacio al malestar). Se enseña cómo muchas veces los pensamientos automáticos se convierten en barreras invisibles para actuar según nuestros valores. Mediante técnicas de defusión, los participantes aprenderán a observar sus pensamientos con mayor distancia y ligereza.  

Sesión 3 – Conexión con el presente y el yo observador

Se entrena la capacidad de estar presentes de manera consciente, conectando con el momento sin juzgarlo ni tratar de cambiarlo. La práctica del mindfulness se presenta como una herramienta fundamental para dejar de vivir en piloto automático y reducir el dominio de los pensamientos intrusivos.  

Sesión 4 – Valores y compromiso: una vida con dirección 

Está centrada en identificar los valores personales como brújula para la acción. Se trabaja la distinción entre valores (dirección continua) y metas (resultados alcanzables), y se propone una reflexión profunda sobre lo que realmente importa en la vida de cada participante. A partir de allí, se promueve la acción comprometida: pequeños pasos sostenidos en el tiempo que nos acercan a una vida más coherente con nuestros valores, incluso en presencia de malestar.